Viviendo Audi Innovative Thinking
Hace unas semanas recibí un sobre negro en casa, con los cuatro aros de Audi en la tapa. Era una invitación que con ese papel de calidad, esa impresión tan cuidada… hizo que sin haberla abierto ya hubiera respondido sí, quiero. Además, era para dos personas, lo que casi serviría para que Anna y yo celebrásemos una especie de «nueva luna de miel».
La invitación era para asistir a un evento/fin de semana enmarcado dentro del programa «Audi Innovative Thinking«, que descubrí (y pasé a formar parte) ya hace unos meses, y que consiste en juntar a personas que se dedican a la innovación en diferentes ámbitos para generar el tan preciado pensamiento innovador, dentro y fuera de la marca.
Pero empecemos por el principio: Como otras grandes experiencias, esta no pudo empezar peor: el jueves pasado, es decir, el día antes de que empezara la experiencia… me rompí el dedo pequeño del pie izquierdo. ¿Jugando a fútbol? ¿Haciendo kárate? ¿Salvando una señora mayor de caer al suelo? No. Andando descalzo por casa. Bien, Pau, bien.
Doce horas después de que me confirmaran que, efectivamente, me había roto el dedo y que no se podía hacer nada más que pegarlo con esparadrapo al dedo de al lado, sin pensárnoslo ni un segundo, emprendimos la experiencia de verdad: fuimos a un concesionario de Audi de Barcelona para recoger un coche de la marca (que, a petición nuestra, fue un Audi Q3 Quattro S-Tronic 2015). Y con ese coche conducimos hasta Baqueira. Un dedo roto no podía apartarnos de una experiencia que sonaba a loca, divertida, y sobre todo, interesante.
Llegados a Baqueira, desembarcamos en un hotel de los de «atrévete a contar cuántas estrellas tengo, que te cansarás antes», y fuimos a cenar. Entre los invitados no había ninguno del que no se pudiera aprender muchísimo. Y pasada la cena y una (corta) noche, llegó el sábado.
Por la mañana, la experiencia central: El curso de conducción sobre nieve y hielo de Audi. Empecé a las ocho y media de la mañana sin saber controlar de ninguna manera el coche, y tres horas más tarde «surcaba» la nieve en un coche con suficientes caballos que, si los pusiéramos uno delante del otro, llegaríamos hasta Barcelona. Y lo hice con un acompañante de lujo: Carlos G. Bayona, que además, me grabó unos vídeos desde el asiento del copiloto. Y como os podéis imaginar, los vídeos le quedaron muy bien.
Del coche a un helicóptero, y después de un paseo de vértigo, bajar en raquetas de nieve un trozo de pista, para subir a unas motos de nieve y acabar comiendo en un refugio al que sólo se puede acceder mediante esas motos. Comida, descanso y cena. Y al día siguiente, esquiar, y volver tranquilamente.
Al final, además de aprender a reaccionar delante de mil situaciones adversas conduciendo, aprendí mucho del lugar, la experiencia y las personas. A nivel de conducción, además, pude ver roto el mito de que en una curva donde se nos va el coche debemos acelerar: lo que debemos hacer, realmente, es frenar (en el fondo tiene sentido: si vamos a chocar, mejor chocar a 20km/h frenando que a 60km/h acelerando).
Vuelta a casa con cara de melancolía sobre el fin de semana, con el pie ya casi olvidado, y con ganas de reencontrarnos con el grupo y las experiencias. Tomen nota, grandes marcas: Audi sabe cómo montar experiencias. Tanto, que nunca me pidieron que escribiera nada de esto… quizás por esta razón lo escribo con tantas ganas.
Para terminar, algunos recuerdos del fin de semana. Seguro que os suena alguna cara 😉