Razones para no emprender
Sería más fácil preguntar a todos las personas que han empezado un proyecto sobre porqué lo hicieron, que preguntar a todas las que nunca han emprendido sobre porqué no lo hicieron. A pesar de esto, me resulta extremadamente más interesante lo segundo que lo primero, ya que muchos de ellos habrían querido hacerlo en algún momento. Aunque para pensar en ello debemos retroceder un momento a cuando éramos niños.
Los niños tienen una gran dosis de ingenuidad y otra gran dosis de imaginación. Cuando tienes 8 años no hay metas: Puedes ser astronauta un día, jugador de fútbol otro día y (lo que sea tu madre o tu padre) otro día. Nadie les dice «niño, nunca serás astronauta, tienes asma» o «no vales ni para recogepelotas», al contrario: dejamos que pongan el listón bien alto y sueñen con estas cosas.
Sin embargo, el listón por alguna razón va bajando en la mayoría de los casos, y al crecer, perdemos (o nos quitan a hostias) esa ingenuidad y esa imaginación, para entrar en el circuito lineal: estudiar, estudiar, trabajar de algo que no queramos, aprender a disfrutar con ese trabajo forzosamente, trabajar más…. y olvidar lo que queríamos ser.
Pero todos tenemos y hemos tenido ideas, y seguiremos teniendo ideas. Pero solo unos pocos deciden empezar esas ideas. ¡Los ricos, los que lo tienen todo solucionado! ¡Los que han estudiado en los mejores colegios privados! ¡Los genios, superdotados!
Pues no. Hay de todo, y lo único que suelen tener en común (con alguna excepción) todas esas personas es que en algún momento su entorno les dio ánimos, les ayudó: El entorno, nuestros padres, amigos, compañeros, jefes… Cuando les contamos una idea tienen dos opciones: mandarnos al carajo con un «esto nunca funcionará», «déjate de historias», «te las das de Mark Zuckerberg ahora?» o mi preferido «te pago para que trabajes, no para que pienses», o bien pensar en esa idea y plantearse si podría ser útil.
Solo cambiando eso subiríamos el índice de «emprendedurismos por emprendedor» y por consecuencia, el número de personas que triunfan al haber perseverado más. Y por consecuencia, el PIB del país, y por consecuencia la buena imagen del que fracasa y luego triunfa, y por consecuencia… espera, si ya viviríamos en un país sin crisis y bien felices. Por consecuencia, nada.
Por suerte, todos nosotros además de potenciales emprendedores somos «entorno» para alguien, y alguien nos vendrá a contar una idea algún día. Cuando lo haga, debemos decidir en que lado estamos.