«Págueme en B»
En el siglo XIX, el empresario lo era «de nacimiento», dado que sin haber nacido en una buena familia, haber estudiado en escuelas carísimas y tener un buen swing era prácticamente imposible tener éxito como empresario.
Hoy, en cambio, nos colgamos medallas diciendo que esto ha cambiado. Que ser empresario es una profesión más, que se puede estudiar en universidades públicas y privadas, ejercer sin tener un capital familiar inmenso detrás, y que todo el mundo puede decidir serlo en un momento dado. Pero … ¿todo esto es verdad?
El martes pasado me encontré un emprendedor que comienza en el mundo del calzado en la red. Ese día no hablamos de zapatillas, sino de palos en las ruedas: «El estado me obliga a facturar en negro» me dijo. Yo flipé con la frase. «Me piden bloquear tres mil euros para comenzar la empresa, más los trámites del gestor». «Y si resulta que en la cuenta corriente tengo seiscientos cincuenta euros, ¿qué debo hacer? ¿No puedo arrancar mi idea?». Evidentemente, su idea pasaba por empezar e intentar facturar los primeros tres mil euros en «negro». En «B». Y seguir formando parte del más de 50% de jóvenes en paro …
Me pidió que lo contara, y si lo hacía, que pusiera esto: «Señores del estado; Por favor, entiendan que cuando un estudiante de segundo de carrera quiere diseñar un logotipo o hacer una web al amigo de su tío, lo último que hará será darse de alta en los autónomos o montar una SL. Sencillamente le pedirá el dinero en un sobre. Por favor, endurezcan las penas para los que ponen cientos de miles de euros en maletas, y con lo que recauden hagan que realmente todos puedan autoemplearse sin pagar 3.000. Ni 2.000, ni 1.000. Que sea gratuito empezar a emprender. Verán como las cifras cambiarán.»
Queda dicho. Y creo que tiene toda la razón.