La educación del futuro
Somos lo que somos porque nos educaron. Nos quitamos eso y la diferencia con perros o gallinas es el jersey, pero poco más. Y no hablo de ser más o menos educado (algo que a veces también se nos olvida o le restamos importancia), sino de cómo mejorar la educación de los que vendrán después, para asegurar que puedan hacer más que nosotros.
Igual que hace poco más de 100 años era imposible pensar que una persona podía llegar a volar con una máquina hecha por el ser humano, hace 10 era impensable que una página web o red social pudiera tener más de mil millones de personas usándolo.
A pesar de todo, en muchos casos la educación que recibimos ha evolucionado mucho menos que el ser humano en sí. Somos capaces de hacer grandes cosas, sin embargo, nos educaron con el mismo sistema (y a veces con los mismos contenidos) que como educaron a nuestros hermanos mayores o incluso padres.
Pensar maneras de mejorar esa educación es en sí mismo un ejercicio de creatividad e innovación digno de admirar. Podemos usar la tecnología para mejorar la educación, evidentemente, pero usarla “por usarla” puede acabar resultando peor que no usarla. Aulas llenas de estudiantes con ordenadores delante, con un profesor desesperado, consciente de que el 96% de la clase le supera en conocimientos técnicos.
Podemos usar las últimas tecnologías, aún con el miedo de que no se establezcan y acaben desapareciendo después de un gran esfuerzo para implementarlas: ¿Imaginamos una clase donde todos los alumnos llevan gafas Google Glass y el profesor hace streaming de contenidos mezclados con realidad aumentada? No sé si sería útil, pero seguro que sería interesante.
En resumen, podemos imaginar cientos de maneras distintas de mejorar la educación a partir de la tecnología, sin embargo, para que una de ellas realmente mejore la educación debería ser concebida al revés. Inventar tecnología nueva específicamente para mejorar la educación. Tecnología, herramientas de software pero también de hardware que permitan estar conectados a todo el conocimiento posible sin restar importancia al hecho de auto-aprender y memorizar cosas que deberemos tener siempre frescas. Despreocuparnos de que nuestros alumnos copien en los exámenes y preguntarnos qué deberíamos hacer para que copiar no fuese una posibilidad: Qué deberíamos hacer para que dejase de ser útil.
De conseguirlo, sólo se podría crear un efecto exponencial. Estudiantes mejor preparados mejorarían la educación y las nuevas herramientas para crear estudiantes mucho mejor preparados, y así sucesivamente. Y que nadie diga que esto es menor: Si conseguimos mejorar un 2% un producto y conseguimos seguir mejorándolo exponencialmente, estamos a solamente 6 doblajes de llegar al 100% de mejora y superarlo.
Vale la pena intentarlo, ¿no? Pues a veces parece que no. Deberíamos dedicar más, mucho más esfuerzo a mejorar la educación. Dejar de crear clones y empezar a promocionar personas apasionadas con lo que hacen.