Emprender con 15 años vendiendo caramelos
Que un chaval con 15 años organice un auténtico mercado negro de caramelos y refrescos en su colegio del Reino Unido es un claro ejemplo de emprendimiento. Tommie Rose detectó una necesidad: sus amigos querían comprar chuches y él, ni corto ni perezoso, se lanzó a satisfacerla. Cuentan que hizo unos 17.500 euros a un ritmo medio de unos 80 euros al día. Casi nada. Para poder resolver todas las peticiones contrató a dos amigos a los que pagaba 6 euros al día. Un auténtico empresario.
La verdad es que este no era el primer negocio de Tommie. En 2011 ya había probado una táctica similar que le llevaron a 10 días de suspensión. Esta vez su colegio, el Buile Hill High School, estaba a punto de hacer lo mismo. Le acusaba de romper las normas de alimentación saludable del centro y de haber bajado el ritmo con sus estudios. La situación, a pesar de todo, nos puede llevar a plantearnos muchas cosas, y así ha sido en el Reino Unido, donde se ha convertido en un auténtico caso mediático.
Tommie afirma que el dinero que estaba haciendo tenía como única finalidad la universidad. Él quiere ir a Oxford o Cambridge y ya se sabe que los precios de estas no están al alcance de todo el mundo. Un buen motivo. Además, en un mundo en el que se habla continuamente de emprender, ¿hasta que punto se puede cortar las alas a un joven que hace precisamente lo que le enseñan en su escuela?
Esto es lo que han pensado Duncan Bannatyne, Deborah Meaden y Theo Paphitis, las estrellas del programa británico «Dragon’s Den» en el que inversores escuchan ideas y deciden si tienen recorrido. Ellos ven a Tommie como alguien que tiene lo que se espera de un empresario y así lo han dicho en público. Y no han sido los únicos. Ben y Michael Dyer, fundadores del National Enterprise Challenge, una competición de creación de empresas en centros de secundaria del Reino Unido, le han ofrecido un contrato de 20.000 euros anuales para que inspire a otros estudiantes como él. Una auténtica contradicción: por un lado lo castigan y por el otro lo premian.
Tommie, mientras se lo piensa, va dando que hablar. Sabe que bien o mal, lo importante es estar en boca de gente, y ha dado 250 euros en comida a vagabundos de Manchester y ha puesto a subasta una botella de refresco firmada por él con la que espera conseguir el dinero que le falta para pagarse la universidad. Así, sin dejar de tener ideas, el debate está sobre la mesa. Queremos emprendedores pero castigamos a los que hay. ¿Es este el camino?