Do it yourself (el fenómeno)
Dicen que en época de crisis el ingenio crece dado que el ingreso económico decrece, y es cuando más imaginamos cómo ahorrar unos euros en cada cosa que debemos hacer. Y al final… nos proponemos hacer uno mismo lo que antes habríamos comprado ya hecho.
Que el fenómeno del DIY (Do it yourself – Hazlo tu mismo) es un éxito no es ninguna novedad. Cientos son ya los blogs dedicados a explicar paso a paso como hacer cualquier cosa: Desde crearte tu propio vestido de novia hasta arreglarte una tubería de urgencia, pasando por fabricar tu propia cafetera.
Esto, en principio, puede parecer una amenaza para el emprendedor que ve como sus antiguos clientes hacen y deshacen para imaginar una manera de no depender más de él y empezar a hacer eso que antes pagaban por ellos mismos. Sin embargo, no existe tal amenaza. Es más, diría que existe una oportunidad.
Cuando vendemos un producto, al fin y al cabo lo que hacemos es sumar todos los costes que tiene para nosotros el crearlo, añadirle un margen y hacerlo llegar al consumidor. Bien, probablemente el coste más alto (o el segundo más alto dependiendo de lo que hagamos) será el del ensamblado, el de montaje, el de pruebas.
Entonces, si el usuario quiere ahorrarse unos euros, ¿porqué no lo entregamos desmontado, eliminamos todos los costes relacionados al ensamblaje y lo bajamos de precio? Muchos emprendedores se preguntaron eso y empezaron a entregar sus productos en kits «DIY»… vendiendo mucho más. Y lo mejor de todo, es que en muchos casos nunca fueron conscientes de la razón real por la que estaban vendiendo más.
Pensar que el DIY ha triunfado tanto porque consigue cosas más baratas es simplificar tanto la ecuación que acaba cambiando el resultado. Más allá del evidente ahorro, la razón principal de la gran mayoría de usuarios amantes del DIY es el ser parte de la creación, el involucrarse en un proceso que de otro modo lo haría alguien que no le pondría el empeño o el cariño que ellos le pondrán. Así, el ahorro es simplemente secundario.
¿Y adónde nos lleva eso? A encontrar emprendedores que hicieron el proceso al revés: Vender piezas para ser montadas e intentar que pase desapercibido el hecho que una vez todo está montado, el precio final ha sido superior al que habríamos pagado por el producto montado… Y el usuario está más contento. ¿Curioso, no? Simplemente se alegra de haberlo hecho… él mismo.