Sobre Pau
Pau Garcia-Mila es un emprendedor en serie y comunicador nacido en Barcelona en 1987. Fundó su primera empresa a los 17 años, que fue posteriormente adquirida por Telefónica. Ha sido nombrado Innovador del Año en 2011 por la publicación del MIT TR-35, y es ganador del premio FPdGI Princesa de Girona.

Pau es también fundador de Ideafoster, consultora especializada en innovación disruptiva que en 2018 fue adquirida por Canvia (empresa del grupo Advent International), y de Founderz, escuela de negocios online no convencional.

En paralelo, habla en conferencias sobre Innovación, Éxito y Fracaso y da clase en ESADE donde es parte del equipo del Master en Digital Business.

ANÁLISIS: Lenovo Thinkpad X1 Carbon

Hace unos meses Lenovo me prestó un ThinkPad X1 Carbon para que lo probara. He de reconocer que al principio tuve una pequeña «crisis» interna.

-Por un lado, era un ThinkPad, esos portátiles con los que crecimos, con la burbuja roja en medio (lo que los franceses llaman «clit» en referencia al sexo femenino), la fiabilidad de ordenadores robustos, potentes, que molan. Y lo que más mola es, sin duda, que la gente te vea usando un ThinkPad.

-Por otro lado, era un portátil con Windows, y 10 años después de haberme pasado a Mac significaba volver a dar una oportunidad a Windows, unas 5 versiones después de la última que usé.

Finalmente ganó la curiosidad, acepté, y pocos días después lo recibí en mi casa.

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Al sacarlo de la caja, una sensación buena: esas líneas Lenovo, la calidad de los componentes… una declaración del ordenador sólo salir de la caja que dice «No soy un portátil normal. Soy un ThinkPad».

Los detalles que lo hacen diferente, la fila de las teclas FN que es en sí misma una pantalla (y las teclas van cambiando en función del programa que usas), lo que recuerda un poco a ese Optimus Prime con el que también soñamos todos hace unos años, o la capacidad del portátil de «abrirse» como un libro hasta los 180 grados.

Y los no-detalles que lo hacen grande, la pantalla con gran densidad de pixeles y táctil. Al principio resulta raro tener una pantalla táctil en un portátil, porque los dedos se van «solos» al trackpad, y no a la pantalla, hasta que te acostumbras a recordar que está allí y la puedes usar.

Pasadas las primeras sensaciones «táctiles», toca hablar del software.

He de admitir que después de usar unos días Windows 8 no entiendo esta ola caliente de odio y dolor hacia esta versión de Windows. Precisamente por ser tan diferente a las demás a mi me resultó más fácil y agradable de usar que lo último que había usado (que, por otro lado, era Windows XP…) de manera habitual.

Evidentemente, lo que quiere hacer Microsoft con Windows 10 es digno de admirar (juntar lo mejor de los dos mundos, las versiones anteriores a la 8 y la 8 en sí misma), pero sinceramente, no sé si esperaría a que saliera o me tiraría a la piscina ahora con una máquina que pueda actualizar sin problemas.

En resumen, y a modo de conclusión, he de admitir que el día que me pase de nuevo a Windows lo haré con un portátil como este bajo el brazo. De momento, ya echo en falta algunos detalles de esta combinación de pantalla táctil / fila de teclas iluminadas / relación peso-potencia que me cuesta encontrar en ninguna otra plataforma. Bien por Lenovo.

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